Está bien olvidar la furia,
sonreír de vez en cuando;
no creer que el viento ahoga
o que la luz es un cuchillo.
No soy hijo de la lluvia,
ni del viento,
ni la tierra;
de una catástrofe quizá,
de un árbol caído.
Estoy en ninguna parte,
siempre huyendo:
porque solo así se permanece.
Nací como un reptil:
con la lengua muda,
escaldada.
Que me importa
que en otras latitudes
caiga lluvia verde por las tardes.
Este lugar es del olvido,
del mar que olvido ser mar
y cedió a la arena,
del tiempo que olvido alcanzarnos
y arrancarnos la tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario