martes, 15 de noviembre de 2011

FENIX


Cada atardecer el sol colapsa en el horizonte. Algo del fuego permanece en el aire, en el paisaje, en el silencio.

En el verano las estrellas son reminiscencia del sol, mínimos destellos del incendio colosal que es el día.

Llevamos el desierto en la piel. Respiramos el fuego al despertar y lo transpiramos al dormir. Hemos llegado a creer que somos Fénix renaciendo del fuego eternamente.

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