Las
palabras son tan poderosas que si uno dice playa, es como si dibujara el mar y
el sol en un instante. Las palabras son tan peligrosas que si uno maldice un
hada muere en mitad del bosque. Las palabras son tan pegajosas que si te pones
nervioso, se te quedan pegadas en la punta de la lengua. Las palabras son algo
tan serio que si uno dice amén, Dios baja desde el cielo y nos da la mano.
¿Será
por eso que no me gusta decir te amo? Porqué conozco el poder de las palabras.
Pero hay días en que puedo animarme a decir: ¡te amo por este instante! Y
decirlo así, para que quede claro que es solo por un momento, que no se trata
de un compromiso, ni una rutina ensayada para la eternidad.
Deberíamos
darnos el valor de decir te amo. Y darnos también la libertad de decir: Te amo,
pero ya no ronques. Te amo, pero no te comas mis palomitas. Te amo, deja que me
ponga tu piyama. Te amo, pero tenme paciencia.
Y no es
que uno condicione el amor, esta precisión sólo es cuestión de gramática.
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